Porque sencillamente se puede

Cómo podía romperse el corazón de una persona irreparablemente y aún así seguir adelante, preparando el café, comprando sábanas, haciendo camas y asistiendo a reuniones. Se levantaba, se duchaba, se vestía, se acostaba, pero una parte suya había muerto. En otros tiempos Mary Stuart se había preguntado cómo era posible vivir así, lo que despertaba en ella era una curiosidad morbosa. Ahora lo sabía. Sencillamente se seguía viviendo. El corazón seguía latiendo y se negaba a dejarte morir. Seguías caminando, hablando y respirando aunque por dentro estuvieses deshecha. Y se dio cuenta de algo que siempre había temido: que al final uno se queda solo. Era ella quien tenía que superar su desgracia y seguir adelante.

viernes, 12 de febrero de 2010

¿Y si la segunda opción, fuera igual de buena?

Julieta y Romeo se encontraron en la habitación de ella, poco antes de llevar a cabo su plan, el plan que los liberaría a ambos para siempre y les otorgaría la máxima de las dichas: el amor apasionado y correspondido.
Mientras Romeo dormitaba, Julieta meditaba. Sentía el placer casi exquisito de rozar la libertad con la punta de los dedos. Se hallaba tan cercana, que le daba alegría y a la vez miedo. ¿Y si algo malo ocurría? No debía pensar lo peor pero era inevitable. El solo pensamiento de ver a Romeo en peligro la ponía nerviosa. Su amor era infinito y puro: tan puro como la nieve blanca. Pero al pensar en ello, no podía evitar sentir tristeza por Paris, su matrimonio arreglado. El muchacho no tenía ni la culpa ni la suerte de ser elegido para comprometerse con una Montesco.
Un sonido la sacó de sus pensamientos. Provenía del balcón. Se levantó de la cama y abrió de par en par las ventanas, creyendo que se trataría de un animal o el viento al soplar contra los árboles. No distinguió nada fuera de lugar, y luego de varios minutos de estática observación, entró nuevamente a su habitación. Un sonido más fuerte que el anterior provocó el susto por parte de Julieta. ¿Quién osaba importunarlos de esa manera? Se cercioró de que Romeo continuara dormitando y caminó hacia el balcón, con el motivo de descubrir quién era el causante de tanto ruido.
-¡Chst! ¡Julieta! ¡Aquí abajo!
-¿Quién osa llamarme al balcón, sabiendo de antemano que seréis castigado por tu atrevimiento?
-Me ofendéis al no recordar mi voz. Más estoy seguro que reconocerías la voz de Romeo, aunque tuvierais que atravesar hielo y fuego, tierra y aire, ¿O me equivoco acaso? Pues bien, te diré mi nombre: he de llamadme Paris. Y he venido esta para noche para dialogar si es posible.
-¡Oh Paris! ¡Rehúsa a tus vanos intentos, pues no encontrareis en ellos más que miseria y desgracia!
-¡El que ha de decidir tales cosas no eres tú! Me habéis cegado con vuestra belleza, vuestra dulzura y encanto. Las veces que la observo, se asemeja más a Atenea que a una simple mortal. ¡Qué ha de importarme que mis sentimientos no sean correspondidos! ¡He de descargar todo lo que llevo adentro, y no he podido deciros pues no se ha presentado ocasión oportuna! ¡Ten por seguro que este amor es sinónimo de condena, más resta importancia y se desvanece en la oscuridad absoluta, cuando esboza esa tímida sonrisa en su rostro, o cuándo pronuncia mi nombre, melodía sobre sus labios!
-¡Paris ya basta! ¡No seas ingrato, ya que Romeo se encuentra en la habitación y podría oírnos!
-Julieta, poco me concierne tu amado. Tan sólo lo veo como un rival, una espina venenosa, o un muro de piedra que no es posible matar, arrancar o destruir. Pero no estoy aquí para hablar de eso. Dime Julieta, ¿Eres realmente feliz con él a tu lado?
Julieta permaneció en silencio, observando los penetrantes ojos de Paris y asimilando lo que éste había confesado.
-Claro que sí, me llena de dicha estar junto a él. ¡De verdad Paris, que me desgarráis por dentro! No merecéis vivir de esta manera, amando a quién no te ama, pretendiendo a quién no te pretende.
-Es que no lo comprendéis, Julieta. No podré amar a nadie más como te amo a ti. La agonía viene de la mano con el amor, y así lo he aceptado.
-Pues has obrado mal Paris. También te desgarrareis por dentro, sintiendo miles de fieras salvajes destruyendo vuestro interior, y la agonía te será todavía más grande.
-El momento llegará cuándo deba llegar y lo esperaré hasta entonces. ¿Es que no hay posibilidad alguna de que compartáis mis emociones y pensamientos?
-Nadie podría hacerme más feliz y dichosa de lo que soy con Romeo
-Porque nunca habéis intentado estar con otra persona
-De antemano conozco mis propios sentimientos, y mi corazón.
-Estáis equivocada en eso. No los conocéis, creéis conocerlos. Intenta ver más allá, Julieta. Vuestra felicidad no conocería límite alguno a mi lado. Podrías vivir feliz si de verdad lo desearais. Ven conmigo, esta noche, y descubriréis un mundo nuevo, diverso e inquietante. A mi lado, serás lo que crees que eres, y más. Mucho más. Oh Julieta, haz caso de mis palabras.