Porque sencillamente se puede

Cómo podía romperse el corazón de una persona irreparablemente y aún así seguir adelante, preparando el café, comprando sábanas, haciendo camas y asistiendo a reuniones. Se levantaba, se duchaba, se vestía, se acostaba, pero una parte suya había muerto. En otros tiempos Mary Stuart se había preguntado cómo era posible vivir así, lo que despertaba en ella era una curiosidad morbosa. Ahora lo sabía. Sencillamente se seguía viviendo. El corazón seguía latiendo y se negaba a dejarte morir. Seguías caminando, hablando y respirando aunque por dentro estuvieses deshecha. Y se dio cuenta de algo que siempre había temido: que al final uno se queda solo. Era ella quien tenía que superar su desgracia y seguir adelante.

miércoles, 20 de enero de 2010

Encuentro (Visitante Parte II)


Selene se apresuró a descender rápidamente las escaleras y abrir la puerta de calle. No tenía tiempo para agarrar una linterna ( aunque hubiera sido una idea brillante y muy inteligente), su celular, por si necesitaba comunicarse, o dinero si necesitaba manejarse en el barrio. Su casa quedaba tan sólo a dos cuadras y media de la playa, y mientras corría se acomodó las zapatillas de deporte que había escogido especialmente para esa ocasión, por si necesitaba correr cuándo llegara la oportunidad.
Llegó exhausta a la costa, pero eso no la detuvo. Miró hacia la izquierda y forzó la mirada para distinguir aquélla figura que había detectado desde su balcón.

Nadie estaba allí.

Selene se desilusionó de inmediato.
"Claro", pensó, " se movía tan rápido que a medida que yo me acercaba, él se alejaba cada vez más y más".

Pateó con rabia la arena, y miró hacia el cielo. Un manto de nubes habían acudido al llamado de la Luna para proteger sus rayos plateados y luminosos de ese individuo extraño y forastero que corría a mitad de la noche, en una playa completamente desolada y vacía. Y para colmo, en total oscuridad. Pegó la vuelta y caminó desalentada y con el ánimo alicaído en dirección a su casa. Estaba furiosa consigo mísma, tal vez porque se había equivocado y había sido algún perro callejero que se había perdido, o algún otro animal. Agachó la cabeza y siguió caminando. Había sido tan ingenua... ¿ O no? ¿Por qué debía darlo todo por perdido? ¿Por qué debía rendirse cuándo apenas había investigado la playa? El forastero no había corrido en lugares donde la arena se hiciera una con el mar, por lo tanto, cómo a partir de ese momento la marea descendía, las huellas seguirían frescas y en su sitio.

Tomó impulso y corrió nuevamente a la playa. Sus piernas parecían descargar energía pura, y su cabello ondulaba como un vaivén, acompañando a Selene en cada paso que ella diera.
Y sí, tenía razón. Allí estaban. Claras y perfectamente marcadas. Y se dirigían hacia el norte. Selene corrió siguiendo las huellas, pero cuidándose de no pisarlas, ya que eran la única pista concisa que poseía de aquel individuo. Corrió, corrió hasta que sus fuerzas desistieron. Calculaba que se había alejado mucho de su casa, y había corrido un largo tramo. Pero lo que era lo peor, las huellas habían desaparecido. Se habían esfumado de la nada. Habían mantenido una línea recta, pero de pronto no se encontraban allí. El mar lentamente retrocedía, y se iba alejando de la playa, revelando cada vez más y más franjas de arenas que habían quedado tapadas por el agua.
Buscó por todos lados alguna salida a la que pudiera haberse escapado. Pero no halló ninguna. Por un lado estaba el mar, y dudaba mucho que se hubiera ido nadando. Y por el otro lado había casas de madera, cercadas con alambre y puntas afiladas de madera, tan sólo para mantener la seguridad. No podría haber saltado por allí si deseaba mantenerse sano y en todas sus facultades físicas. De ese lado se ergían construcciones, y árboles. Muchos árboles. Los dueños del terreno los habían plantado tiempo atrás para mantener a raya a las dunas y médanos que se formaban continuamente por causa del insistente viento.
Selene pegó otra patada a la arena más furiosa todavía. Se había dado vanas esperanzas de algo que había dado por sentado que existía. A sus pies se formaba un médano de mediana complexión que poseía a su derecha un árbol de tronco ancho y grueso, y sus ramas caían hacia el suelo, forzando a que las hojas verdes que crecían allí tomaran el mismo camino. Decidió apoyarse contra el árbol, mientras que buscaba la fría arena, e intentaba retenerla en los puños, aunque siempre encontraba una forma de escabullirse de sus manos. Levantó el mentón y su mirada se perdió en el mar. Era tan amplio y extenso... Lo que hubiera dado para comprarse un barco y navegar zurcando el océano entrada la noche. Tirarse cerca del timón y contemplar en completo silencio las estrellas. Oír el murmullo quedo del viento en armonía con el océano, admirar el horizonte que jamás llegaba a su fin, y jugar creando figuras de extraordinaria belleza y forma en el estrellado cielo nocturno. Sí, le habría gustado mucho vivir así eternamente. Navegando, sólo comprando lo necesario para sobrevivir, y conocer lugares exóticos y deslumbrantes.

Lástima que su sueño estuviera tan alejado de la realidad.
Se levantó con pesar, y arrojó los granos de arena que había podido retener en sus manos hacia el tronco del árbol. Cuándo volteó para volver a su casa, se detuvo. Alguien había tosido. Y no había sido su imaginación. Se dió la vuelta, y miró detenidamente el árbol. No pudo reprimir un grito de sorpresa. ¡Sí, allí estaba lo que había ido a buscar! ¡El forastero había estado todo el tiempo con ella, oculto en la oscuridad, y no lo había descubierto! La sombra se incorporó y se mantuvo quieta, soportando la observadora mirada de Selene. Estaba muy contenta, no había sido mera imaginación suya, era real. Y ahora no podría huir.

Debería responder un par de preguntas antes de que lo dejara ir.

1 comentario:

  1. Me gusta mucho la historia y me quedé con la intriga sobre lo que sigue ¡Apurate Ale! jaja
    Beso, soy tu fan!

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