Porque sencillamente se puede

Cómo podía romperse el corazón de una persona irreparablemente y aún así seguir adelante, preparando el café, comprando sábanas, haciendo camas y asistiendo a reuniones. Se levantaba, se duchaba, se vestía, se acostaba, pero una parte suya había muerto. En otros tiempos Mary Stuart se había preguntado cómo era posible vivir así, lo que despertaba en ella era una curiosidad morbosa. Ahora lo sabía. Sencillamente se seguía viviendo. El corazón seguía latiendo y se negaba a dejarte morir. Seguías caminando, hablando y respirando aunque por dentro estuvieses deshecha. Y se dio cuenta de algo que siempre había temido: que al final uno se queda solo. Era ella quien tenía que superar su desgracia y seguir adelante.

sábado, 16 de enero de 2010

huir no basta


Dirigió su mirada hacia la ventanilla. Un cielo minado de estrellas se extendía a la distancia, y sólo captaba las figuras recortadas de los pinos y arbustos que se hallaban enraizados al suelo. Lo demás era toda oscuridad. Y le fascinaba mucho, quizás demasiado. La Luna se ocultaba, negándose a salir y mostrar sus cabellos plateados, negándose a brillar, a relucirse y a bañar con su esplendor toda la faz de la Tierra.Era tan hermoso ese momento, que logró olvidarse de la dura realidad. Cuando lo recordó, fue como un mazazo de un martillo frío, cruel e impasible. La sirena de la policía sonaba continuamente, pero no le había prestado importancia momentos antes, sumida en una contemplación silenciosa y meditabunda a traves del vidrio. Miró con rudeza al policía que conducía el auto en el que se hallaba, y luego a su acompañante, una niñata incapacitada e inexperta. Volteó la mirada, y siguió observando el cielo. ¿Cómo era posible que hubiera logrado olvidar lo que le sucedía? ¿Acaso lo que había echo involuntariamente, (o eso quería creer) era despiadado? ¿Olvidar el dolor que había pasado cuando los policías llegaron a su casa, y la sacaron a la fuerza de allí? Pero por sobre todas las cosas, olvidar a su hermana mayor, quién no se encontraba en su sano juicio para mantenerse si ella no estaba a su lado. Y todo por culpa de él. Sí, había que descargar la furia contra él, se dijo. Él es el culpable de todo, él debe pagar, él debe alejarse de su familia y no yo. ¿Qué acaso no entienden que aunque me aleje de allí, él me seguirá? Podría matar a mi hermana si así lo deseara, pensó de golpe, asustada y aterrada. Ella anhelaba que no fuera necesario llegar a tales extremos. "Maniático desquiciado, le llegas a poner un dedo encima a Kendra, y te aniquilo" pensó para sus adentros, aunque lo que más deseaba era retornar a su hogar y plantarle cara al tal Orcinus. A ver si era tan despiadado y asesino como lo pintaban. No le tenía miedo, claro que no. La muerte no significaba nada para ella. Sólo era una etapa más que debería pasar. El momentáneo estado en el que estaría después de la vida no le aterrorizaba, para ella no era el fin del principio. Era el principio del fin.Pasaron el kilómetro 666 cuándo el conductor maldijo por lo bajo, y llamó la atención de su compañera de turno. De pronto, chocaron contra algo. O más bien, algo chocó contra ellos. Y en ese momento lo comprendió. No habían huido de Orcinus, habían ido a donde éste se hallaba. A la misma boca del lobo.

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